La apertura se relaciona con el tamaño del “agujero” que deja pasar el agua.
El tamaño o diámetro del agujero se regula mediante el diafragma del
objetivo. Sin entrar en mucho detalle, la apertura menor suele venir
indicada en el propio objetivo, y se representa como f1.4, f2, f2.8, f4…
Tiene su explicación, pero de entrada parece un poco ilógico que, a
mayor apertura, menor es el tamaño del agujero del diafragma por el que
pasa la luz. Si seguimos con la analogía, la apertura sería cómo de
abierto tenemos el grifo.
Una apertura muy abierta (valores de f
pequeños) equivale a un grifo totalmente abierto y por lo tanto saldrá
mucha agua y el vaso se llenará muy rápido. Una apertura muy cerrada
(valor de f grande) será tener el grifo casi cerrado con lo que manará
muy poca agua y tardará mucho tiempo en llenarse el vaso. En general,
cuanta menor apertura tenga un objetivo diremos que es más “luminoso” ya
que permite mayor paso de luz y suele ser señal de mejor calidad del
objetivo.
En retratos de interior es importante tener una buena apertura para permitir tiempos de exposición cortos
Y queda la sensibilidad ISO, quizás el concepto más
complejo de describir de los tres para controlar la exposición. La ISO,
en las cámaras digitales, es la amplificación digital de la señal que
produce la luz al incidir en el sensor. Simplificando al máximo;
significa que el sensor recibe una cantidad de luz y para llegar a la
exposición indicada, en base a la luz recibida, se “inventa” otra parte.
Por lo tanto, al aumentar la sensibilidad ISO decimos a la cámara que
la fracción de luz que debe inventarse es mayor, por lo que, para llenar
el vaso necesitaremos menos agua “real”. Si seguimos con la analogía, aumentar la ISO sería como poner piedras o guijarros en el vaso. A más piedras menos agua necesitaré para llenar el vaso hasta el borde.
Evidentemente, y aunque las cámaras han mejorado mucho, eso de
“inventarse” la luz no es sencillo y la cámara siempre produce errores,
más visibles cuanto mayor es la ISO. Estos errores son el famoso ruido,
un grano que se observa en las fotografías y que provoca además una
pérdida de nitidez. Es por ello que, siempre que sea posible, disparemos
a los valores de ISO más bajos posible (vaso sin piedras) porqué así
minimizaremos estos problemas y obtendremos la mayor calidad posible en
la imagen.
Estas tres variables son las que configuran el triángulo de la
exposición fotográfica y las únicas que tendremos que modificar para
controlar la exposición con éxito. Tan fácil y tan difícil a la vez. A
partir de aquí, las combinaciones para llenar el vaso hasta el borde
(exposición correcta) son múltiples. Podemos abrir mucho el grifo y
dejarlo poco tiempo (apertura abierta y velocidad elevada), o dejarlo
casi cerrado para tener un caudal diminuto y esperar mucho (apertura
cerrada y velocidad pequeña). O podemos poner piedras en el vaso para no
necesitar valores extremos de velocidad y apertura (aumentar la ISO).
Al final las combinaciones son múltiples, como se ve en la tabla
inferior, y todas nos llevaran a tener el vaso lleno y una exposición
correcta.
Tabla de equivalencias en la exposición. Todas las combinaciones en vertical producen la misma exposición.
Y por lo tanto, si la exposición y la luz que llega al sensor es la
misma, ¿todas las imágenes resultantes serán iguales, independientemente
de la combinación escogida? Pues afortunadamente no. Como ya apunta la
infografía anterior, los distintos valores de apertura, velocidad e ISO
nos permitirán plasmar sensaciones distintas y dar rienda suelta a
nuestra creatividad.
Una vez tenemos claro que es cada cosa, podemos ver que aporta cada
uno de los vértices del triángulo desde un punto de vista creativo.
Efectos creativos de la velocidad de obturación
La velocidad de obturación es la que regula el tiempo que la cámara
ve la escena. Si el tiempo de exposición es muy corto, no habrá margen
para captar movimiento y la imagen resultante será muy estática y
congelará el movimiento (velocidad de obturación rápida). En cambio si
aumentamos el tiempo de exposición, es posible que los sujetos se muevan
mientras la cortinilla está abierta y es cuando en la fotografía
captada aparecerán estelas o sujetos difuminados (velocidad de
obturación lenta). Tanto es así que si el tiempo es suficientemente
largo y el movimiento rápido, el sujeto llegará a desaparecer. Con
tiempos suficientemente largos podemos fotografiar una concurrida calle y
que se vea desierta, únicamente se verá aquello totalmente estático.
Este efecto es clave en la fotografía creativa, ya que nos permite
transmitir movimiento, dinamismo o por el contrario, congelación, lo
estático. En el ejemplo siguiente, una fotografía del chorro de una
fuente, vemos como variando la velocidad, para la misma exposición,
logramos un efecto “seda” o bien congelamos todas las gotas y partículas
del agua. El efecto estético es muy distinto.
Efecto al aumentar la velocidad de obturación: congelamos el chorro de agua
En algunos casos, con velocidades suficientemente rápidas se logra
congelar movimientos que escapan al ojo humano, obteniendo fotos
impactantes por mostrar lo que no vemos normalmente. Salpicaduras,
animales o insectos en movimiento, deportes, fuego o incluso una bala
explotando un globo, todo ello requiere velocidades muy pequeñas para
que el sujeto en movimiento quede nítido y la imagen nos muestre lo que
habitualmente se escapa al ojo humano. Evidentemente, cuanto más rápido
se mueva el sujeto, mayor velocidad deberé utilizar para congelarlo. Por
ejemplo en retratos no es recomendable ir muy por debajo de 1/100 para
evitar problemas de falta de nitidez debido al movimiento del modelo.
También se pueden utilizar tiempos de obturación largos para que el
sujeto deje una estela, estela que nuestro cerebro asocia a movimiento.
De esta manera logramos expresar sensación de movimiento en nuestras
imágenes. El ejemplo más típico es fotografiar una carretera de noche.
Con tiempos largos, la carrocería del coche se desvanece (como poco
parcialmente) y se observa la estela que dejan las luces. Pero no solo
en fotografía nocturna nos podemos aprovechar de este efecto. También en
fotografías diurnas es muy útil. Un ejemplo es la fotografía de
portada, tomada a 1/8 de segundo. Como la modelo estaba muy quieta y
tenía la consigna de mover solo el brazo y la máscara se logra un efecto
combinado de nitidez y movimiento muy interesante.
Otro ejemplo arriba, con los protagonistas estáticos y la imagen
tomada a una velocidad de 0,5 segundos. El resto de gente, como está en
movimiento aparece difuminada y solo lo que está estático se ve nítido.
Efectos creativos de la apertura
Variar la apertura modifica un elemento también clave en fotografía,
la profundidad de campo. De manera muy simplificada podemos decir que la
profundidad de campo es la parte de la fotografía que el ojo ve bien
enfocada. Si observamos el ejemplo inferior vemos la fotógrafa
retratando tres glamurosos gatos en fila. Cuando solamente una pequeña
porción de elementos de la hilera se ven bien enfocados (un solo gato
glamuroso), tendremos poca profundidad de campo. Si toda la hilera de
gatos se ve bien enfocada en la foto, tendremos mucha profundidad de
campo.
La profundidad de campo
es clave en la fotografía porque, al difuminar parte de la imagen
invita al cerebro a fijarse en la parte nítida de la imagen y, por lo
tanto, centra la atención en aquello que está bien enfocado. Es decir,
la profundidad de campo nos dirige la mirada en la foto y además
difumina elementos distractores.
Pues bien, la profundidad de campo es función, sobretodo, del
diafragma o apertura. Aperturas pequeñas (es decir, diafragmas grandes)
producen una estrecha profundidad de campo. Aperturas grandes
(diafragmas pequeños) conllevan amplias profundidades de campo. Es por
lo tanto esencial tener en cuenta que tipo de fotografía estamos
realizando y que profundidad de campo nos conviene más. Por ejemplo, en
retratos es muy apreciado trabajar con aperturas grandes porqué así el
fondo queda desenfocado y la atención se va toda al modelo. En cambio,
en fotografía de paisajes se suele buscar lo contrario, aperturas medias
o pequeñas que aseguren que todos los elementos de la imagen se ven
nítidos y bien enfocados.
A continuación podéis ver algunos ejemplos en que los que la profundidad de campo juega un papel importante.
La imagen superior está tomada a f2.8 y 190mm. Viene a colación
destacar que con focales largas o cuando estamos muy cerca del sujeto,
la profundidad de campo se achica. En la imagen superior, solo el ojo de
la res y la etiqueta están enfocados, el resto del animal se desvanece y
se funde, sirviendo de marco. Cuando miramos la imagen, lo que más
llama la atención es la mirada de la res y la etiqueta que le
identifica. Como se puede observar, la imagen no ha quedado subexpuesta
ni sobreexpuesta, en este caso se ha conseguido controlar la exposición
perfectamente.
También en retratos más clásicos se utiliza el desenfoque. En la
imagen superior (f1.8, 50 mm), el desenfoque gradual realza el rostro y
centra la atención en la mirada de la niña.
La imagen superior es un ejemplo de cómo lo enfocado nos dirige la
mirada. Se disparó con una apertura de f4 suficiente para desenfocar los
dos modelos. Si toda la imagen estuviera enfocada, seguramente la
mirada se nos iría hacia las dos figuras al fondo, que además están
realzadas por la luz cálida de la puesta de sol, y las pisadas no
tendrían demasiada presencia. Como la intención era destacar las pisadas
en la arena y el camino que habían trazado, se disparó con una apertura
grande y como punto de enfoque se escogió la primera pisada, de manera
que la atención se centra mucho más en las pisadas y es lo que más
destaca de la fotografía.
En la imagen anterior cambia el paradigma. Aquí el objetivo era
mostrar el paisaje y todo el entorno, por lo que estaba bien que todo se
viera enfocado. Por ello se disparó a f22, para aumentar la profundidad
de campo y asegurar que incluso los elementos en primer término
aparecían nítidos.
Como hemos visto, aprovechar convenientemente la profundidad de campo jugando con la apertura nos permitirá centrar la atención y modificar radicalmente la apariencia de la foto que estamos tomando.
Como hemos visto, aprovechar convenientemente la profundidad de campo jugando con la apertura nos permitirá centrar la atención y modificar radicalmente la apariencia de la foto que estamos tomando.
¿Efectos creativos de la ISO?
¿Y la ISO, qué papel juega a la hora de controlar la exposición? En
este caso, modificar la ISO no nos va a dar tanto juego como la
velocidad o la apertura. De hecho, lo “único” que ocurre al modificar la
ISO es que aumenta el ruido, generándose un grano visible y que quita
nitidez. Normalmente se intenta evitar al máximo este ruido y solo en
algunas fotografías donde se busca un aire retro o una estética muy
determinada tendrá un efecto deseado.
La imagen superior tiene un ruido relativamente elevado, que incluso
se potenció durante la edición para darla un aire más antiguo,
recordando el grano que generaban los carretes de foto de ISO alta.
Aunque, de hecho, no es habitual buscar el generar ruido al hacer una
foto, por lo que la ISO es, dentro del triángulo de la exposición, la
oveja negra en cuánto a creatividad.
Al hacer una fotografía, lo primero es controlar la exposición, es
decir, que al sensor llegue la cantidad de luz justa y la imagen no se
vea más oscura (subexpuesta) o clara (sobreexpuesta) de lo que nosotros
deseamos. Para controlar la exposición, disponemos de tres variables principales: la apertura, la velocidad de obturación y la ISO.
El primer tercio de la imagen está subexpuesto, el central
presenta la exposición correcta y el tercer tercio está sobreexpuesto.
Al tomar una fotografía, dejamos pasar una cantidad de luz
determinada a través del objetivo hasta llegar al sensor de nuestra
cámara. Actualmente el sensor es un material fotosensible que convierte
la luz que le llega en impulsos eléctricos que, mediante software,
finalmente se traducen en la imagen que vemos en la pantalla. Si dejamos
entrar demasiada luz quemaremos la imagen (sobreexposición) y si nos
quedamos cortos, se verá demasiado oscura (subexposición). En ambos
casos, tendremos una pérdida de información y detalle. Por lo tanto, es
clave, el ABC de la fotografía para lograr la
exposición correcta, entender cómo actúan estos tres actores a la hora
de permitir el paso de la luz y la creación de la imagen. Además, la
variación en cada uno nos aporta diferentes efectos creativos que son
los que nos permitirán que la apariencia final de la imagen es la que
buscamos: transmitir movimiento y dinamismo, congelar, nitidez máxima,
etc…
De todos los ejemplos que he conocido para explicar cómo controlar la
exposición correcta con tu cámara jugando con apertura, velocidad e
ISO, el que me parece más visual es considerar que el objetivo es tener
un vaso lleno de agua hasta el borde. Si dejamos salir agua de un grifo
al cerrarlo nos quedamos cortos y falta agua, la imagen estará
subexpuesta. Si lo cerramos tarde y el vaso se desborda, la fotografía
quedará sobreexpuesta. Si logramos cerrar en el momento justo, el agua
llegará al borde, el vaso contendrá la máxima cantidad de agua posible
(luz) y la imagen estará correctamente expuesta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario