Seres
monstruosos de piedra; caras con colmillos amenazantes al final de
largos cuellos, garras afiladas que se extienden hacia el cielo como
advertencia en contra de comportamientos no adecuados. Leones, dragones,
serpientes y otras criaturas cuelgan de los frisos de decenas de
iglesias, catedrales y edificios a lo ancho de Europa, y algo menos en
el resto del mundo, dándole un toque maléfico a lo que, en mi opinión,
deberían de ser monumentos a la esperanza y el júbilo. Hace ya mucho
que, como experimentado turista, vengo fijándome en la gran variedad de
gárgolas que adornan la arquitectura del continente, especialmente del
último milenio, y también hace ya tiempo que un guía me explicó su
curioso origen, muy obvio para los expertos, pero no tanto para los
legos en eso de la construcción.
A
decir verdad las gárgolas no son un invento reciente, ni siquiera de la
Edad Media. Egipcios, griegos y romanos ya las incluían en sus
majestuosas construcciones, por lo general en forma de animales
conocidos, leones, perros, águilas, etc. Sólo hasta mediados del Medievo
aparecen las figuras de seres mitológicos o imaginados. En las
civilizaciones antiguas, los arquitectos las utilizaban como un
aditamento práctico, pero con el tiempo algún listillo pensó que podían
aprovecharse para enviar un mensaje al pueblo. En Egipto las esculpían
en forma de león, para que su fiereza protegiera las construcciones del
Dios Seth y sus castigos en forma de tormentas, y precisamente en ese
detalle podemos encontrar su origen.
Para responder al título de esta entrada, las gárgolas no son
más que un sistema para canalizar el agua de lluvia y expulsarla a
cierta distancia del edificio para que no dañara la piedra, o el mortero
con que se unían los bloques nada más prosaico. Lo normal es que en la
espalda de la gárgola se tallase unGárgola en accióncanal por el que el
agua llegase a la boca, y desde ahí al suelo a la mayor distancia
posible, y por eso lo de los largos cuellos. En Egipto los canales se
tallaban en las piernas y el agua fluía por un desagüe justo por debajo
de la cabeza, pero con el mismo resultado. Con el tiempo, e imagino que
debido a los intento de los arquitectos por embellecer sus edificios,
las gárgolas se hicieron cada vez más elaboradas, hasta que se
convirtieron en símbolos del miedo.
Por lo visto fue durante la Edad Media, una época en la que la
mayoría de los ciudadanos no tenía acceso a la educación, cuando las
gárgolas fueron aprovechadas para enviar un mensaje visual. Los
patrocinadores de las grandes catedrales querían que la gente creyera
que las figuras amenazantes las protegían de los malos espíritus, esto
es, que la Catedral
era un lugar seguro y debían acudir a ella lo más frecuentemente
posible. No a todos los curas les gustaba Grotescala idea de colocar
criaturas inexistentes en las iglesias, pero a juzgar por la expansión
del catolicismo y su poder en la Europa medieval, a la mayoría no les
molestaba. Como suele suceder en estos casos, las gárgolas tienen una
leyenda y hay una en Francia que “explica” su origen, o al menos el de
su nombre. Se supone que una especia de dragón, con sus alas y fuego por
la boca, aterrorizaba a los viajeros que transitaban por un camino. Un
tal San Romano, a la sazón arzobispo de la ciudad, persiguió al
monstruo, llamadoGargouille (que proviene del latín gargula, garganta),
lo capturó y lo llevó de vuelta a Rouen para quemarlo. Como el cuello y
la garganta del tremebundo ser estaban templados por el fuego, no pudo
ser quemado, así que San Romano decidió colgarlo de una de las esquinas
de la catedral,
como advertencia a los malos, muy malos espíritus. Ahora bien, no todas
las figuras que vemos en las catedrales son gárgolas propiamente
dichas. Si son sólo ornamentos y no desagües, se les llama quimeras o
grotescas, y en este caso sólo servían para atemorizar.
Al final, la tecnología dio al traste con el arte de las gárgolas.
Hacia principios del siglo XVIII, la invención del canalón sustituyó a
las gárgolas, y no tanto porque fueran aterradoras, sino porque
representaban un peligro para la población cuando se rompían debido a su
peso y forma y caían sobre los indefensos transeúntes.
A partir de entonces, pocas serían construidas, y las que
quedaron, que son muchas, han servido para inspirar cuentos fantasiosos
como el Jorobado de Notre Dame y películas de Disney. Aterradoras o
prácticas, las gárgolas están ahí, y son historia.
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